jueves, 27 de marzo de 2008

José Sánchez del Río, Martir

Por Álex Navajas

Madrid- Fue una de las 250.000 víctimas que dejó tras de sí la Guerra Cristera, que sacudió México entre 1926 y 1929. Pero el caso del adolescente José Sánchez del Río, que murió martirizado por su fe con tan solo 14 años, es uno de los más singulares. El pasado domingo, en Guadalajara (Jalisco), José fue proclamado beato por el cardenal portugués José Saraiva Martins junto con otros doce mártires –uno de ellos, el sacerdote español Andrés Solá, asesinado también durante el conflicto– ante más de 70.000 personas que llenaron el estadio local.

Asesinato de sacerdotes. El presidente de la República, Plutarco Elías Calles, había promulgado en 1925 unas leyes asfixiantes contra la religión, que incluian el cierre de iglesias y el asesinato de cientos de sacerdotes y monjas. Fusilar o colgar de los árboles de las plazas o de los postes de telégrafo a los católicos se había convertido en una práctica habitual. El pueblo mexicano se levantó contra el Gobierno y se formó el ejército cristero, al que el adolescente solicitó unirse.
Según su biógrafo, el sacerdote Luis Alfonso Orozco, «José no fue admitido para combatir, porque apenas era un niño, pero le dijo al general cristero Prudencio Mendoza que si no tenía fuerzas para coger un fusil, podía ayudar a los soldados con las espuelas, engrasaría las armas, prepararía las armas y cuidaría los caballos. El general le admitió».

El 6 de febrero de 1928, cuando acompañaba al general Guízar Morfín y a algunos de sus hombres por las montañas de Jalisco, fueron sorprendidos por el ejército federal. En el enfrentamiento, el caballo del general cristero fue abatido, y José, desmontándose del suyo, se lo ofreció: «Mi general, tome usted su caballo y sálvese; usted es más necesario para la causa que yo». Guízar logró huir, pero José fue apresado y conducido a su pueblo, Sahuayo. Allí fue encerrado en la iglesia parroquial, que había sido convertida en prisión y establo.

No cedió al chantaje. Durante los siguientes días, los soldados conminaron a José para que renegase de su fe y recuperara así la libertad. Lo único que consiguieron fue que el adolescente se aferrara más a ella. Posteriormente ofrecieron a su padre la liberación del joven a cambio de 5.000 pesos en oro. El padre accedió inmediatamente, pero cuando José se enteró, le dijo que no lo hiciera, que «ya le había ofrecido su vida a Dios».

Durante esos días de cárcel, el adolescente no cesaba de orar y alabar a Dios. «Una ventana de su celda daba a la calle y desde allí le escuchábamos cantar: “Al cielo, al cielo quiero ir”», rememora el sacerdote Marcial Maciel, fundador de la Legión de Cristo y del movimiento Regnum Christi, que presenció todo aquello a sus ocho años de edad. José también aprovechó para escribir unas líneas a su madre: «Mi querida mamá: Fui hecho prisionero en combate. Creo que en los momentos actuales voy a morir; pero nada importa, mamá. Resígnate a la voluntad de Dios; yo muero muy contento porque muero en la raya al lado de Nuestro Señor. No te apures por mi muerte, que es lo que me mortifica. Antes, dile a mis otros hermanos que sigan el ejemplo del más chico, y tú haz la voluntad de nuestro Dios. Ten valor y mándame la bendición juntamente con la de mi padre. Salúdame a todos por última vez y tú recibe por último el corazón de tu hijo que tanto te quiere y verte antes de morir deseaba».

Al cabo de dos días, viendo los soldados que no lograban doblegar la voluntad del joven, fue sentenciado a muerte. Y comenzó entonces una despiadada y brutal tortura. «Por la tarde, supimos que lo habían llevado al mesón del Refugio. Aquella noche le cortaron las plantas de los pies y le obligaron a caminar descalzo hasta el cementerio, que se encontraba a varias manzanas de distancia. Nosotros –algunos pocos parientes, amigos, conocidos del pueblo– lo seguíamos desde lejos. Recuerdo las manchas de sangre que dejaban sus pasos. Él iba con las manos atadas a la espalda y recuerdo a los federales empujándole, insultándole y exigiéndole que dejara de gritar “¡Viva Cristo Rey!”. Y su respuesta siempre fue el grito: “¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!”». «A nosotros sólo nos permitieron llegar hasta la tapia del cementerio –prosigue Maciel–. Le obligaron a cavar su propia tumba. Dicen que lo apuñalaron varias veces y que le seguían insistiendo que abjurara de su fe y él respondía: “¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!”». Uno de los soldados, desquiciado ante la insistencia del joven, le descerrajó un disparo a bocajarro.

«La conmoción y el silencio de los espectadores eran indescriptibles», relata su biógrafo. «Se oían suaves los sollozos de la madre, mientras rezaba por su hijo. Los mismos soldados quedaron admirados de tanta valentía», concluye.

viernes, 22 de febrero de 2008

De Misiones en Semana Santa


Esta Semana Santa nos vamos de Misiones con Familia Misionera. En Venezuela hay cinco zonas que serán visitadas por los más de 600 Misioneros (Color, Fuego, Juventud y Familia Misionera). Ellas son: Carayaca, Poblados del Estado Falcón, Delta Amacuro, Barquisimeto, Canaima y Zonas de Barlovento.
Si quieres conocer más acerca de las Misiones, entra a su página web haciendo click aquí.

lunes, 11 de febrero de 2008

150 años de la primera aparición de la Virgen de Lourdes



Hoy, 11 de febrero de 2008, celebramos los 150 años de la primera aparición de la Virgen en Lourdes, Francia. Bernardita de Soubirous fue la elegida por Dios para ser testigo y mensajera de dicha aparición y mensaje. La Madre de Jesús, nuestra Madre también, supo como siempre enamorar a las multitudes y convocar a los pueblos de las naciones alrededor de la majestuosa imagen que de Ella se difundió.

Lourdes ha sido fuente de sanación física para mucha gente, y quizás ha sido este el milagro más visible que Dios ha realizado para confirmar y sostener la fe. Pero sin dudas que la sanación espiritual, la conversión de las almas, ha sido el fruto más extraordinario que las generaciones han manifestado como evidencia de la potencia de los actos de Dios en esta tierra.

Bernardita fue también instrumento de confirmación del Dogma de la Inmaculada Concepción de Nuestra Madre, para alegría de los que amamos la pureza de María, reconocida de este modo en las propias palabras de la Reina del Cielo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Hoy, después de 150 años, las palabras de María resuenan en nuestros oídos con la misma fuerza.

Gloria a Dios por Su Amor manifestado en regalo tan extraordinario. Nuestra Señora de Lourdes renueve nuestros corazones y nuestras mentes, para que emerja sonriente y esplendorosa nuestra propia conversión.

martes, 29 de enero de 2008

Mensaje del Papa para la Cuaresma 2008

Aquí les coloco el mensaje de Benedicto XVI para vivir mejor esta Cuaresma que comienza el miércoles 6 de febrero (Miércoles de Ceniza). El mensaje se centra en la importancia de la limosna para los cristianos. Como saben, la Cuaresma debe centrarnos en la oración, el ayuno y la limosna. ¿Cuántas veces dejamos en la colecta de la Misa una ínfima cantidad de dinero y al salir vamos a almorzar con nuestra familia y gastamos cien veces lo que dimos de limosna minutos antes?

* * *

¡Queridos hermanos y hermanas!

1. Cada año, la Cuaresma nos ofrece una ocasión providencial para profundizar en el sentido y el valor de ser cristianos, y nos estimula a descubrir de nuevo la misericordia de Dios para que también nosotros lleguemos a ser más misericordiosos con nuestros hermanos. En el tiempo cuaresmal la Iglesia se preocupa de proponer algunos compromisos específicos que acompañen concretamente a los fieles en este proceso de renovación interior: son la oración, el ayuno y la limosna. Este año, en mi acostumbrado Mensaje cuaresmal, deseo detenerme a reflexionar sobre la práctica de la limosna, que representa una manera concreta de ayudar a los necesitados y, al mismo tiempo, un ejercicio ascético para liberarse del apego a los bienes terrenales. Cuán fuerte es la seducción de las riquezas materiales y cuán tajante tiene que ser nuestra decisión de no idolatrarlas, lo afirma Jesús de manera perentoria: «No podéis servir a Dios y al dinero» (Lc 16,13).

La limosna nos ayuda a vencer esta constante tentación, educándonos a socorrer al prójimo en sus necesidades y a compartir con los demás lo que poseemos por bondad divina. Las colectas especiales en favor de los pobres, que en Cuaresma se realizan en muchas partes del mundo, tienen esta finalidad. De este modo, a la purificación interior se añade un gesto de comunión eclesial, al igual que sucedía en la Iglesia primitiva. San Pablo habla de ello en sus cartas acerca de la colecta en favor de la comunidad de Jerusalén (cf. 2Cor 8,9; Rm 15,25-27 ).

2. Según las enseñanzas evangélicas, no somos propietarios de los bienes que poseemos, sino administradores: por tanto, no debemos considerarlos una propiedad exclusiva, sino medios a través de los cuales el Señor nos llama, a cada uno de nosotros, a ser un medio de su providencia hacia el prójimo. Como recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, los bienes materiales tienen un valor social, según el principio de su destino universal (cf. nº 2404).

En el Evangelio es clara la amonestación de Jesús hacia los que poseen las riquezas terrenas y las utilizan solo para sí mismos. Frente a la muchedumbre que, carente de todo, sufre el hambre, adquieren el tono de un fuerte reproche las palabras de San Juan: «Si alguno que posee bienes del mundo, ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?» (1Jn 3,17). La llamada a compartir los bienes resuena con mayor elocuencia en los países en los que la mayoría de la población es cristiana, puesto que su responsabilidad frente a la multitud que sufre en la indigencia y en el abandono es aún más grave. Socorrer a los necesitados es un deber de justicia aun antes que un acto de caridad.

3. El Evangelio indica una característica típica de la limosna cristiana: tiene que ser en secreto. «Que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha», dice Jesús, «así tu limosna quedará en secreto» (Mt 6,3-4). Y poco antes había afirmado que no hay que alardear de las propias buenas acciones, para no correr el riesgo de quedarse sin la recompensa de los cielos (cf. Mt 6,1-2). La preocupación del discípulo es que todo vaya a mayor gloria de Dios. Jesús nos enseña: «Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestra buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5,16). Por tanto, hay que hacerlo todo para la gloria de Dios y no para la nuestra. Queridos hermanos y hermanas, que esta conciencia acompañe cada gesto de ayuda al prójimo, evitando que se transforme en una manera de llamar la atención. Si al cumplir una buena acción no tenemos como finalidad la gloria de Dios y el verdadero bien de nuestros hermanos, sino que más bien aspiramos a satisfacer un interés personal o simplemente a obtener la aprobación de los demás, nos situamos fuera de la óptica evangélica. En la sociedad moderna de la imagen hay que estar muy atentos, ya que esta tentación se plantea continuamente. La limosna evangélica no es simple filantropía: es más bien una expresión concreta de la caridad, la virtud teologal que exige la conversión interior al amor de Dios y de los hermanos, a imitación de Jesucristo, que muriendo en la cruz se entregó a sí mismo por nosotros. ¿Cómo no dar gracias a Dios por tantas personas que en el silencio, lejos de los reflectores de la sociedad mediática, llevan a cabo con este espíritu acciones generosas de sostén al prójimo necesitado? Sirve de bien poco dar los propios bienes a los demás si el corazón se hincha de vanagloria por ello. Por este motivo, quien sabe que «Dios ve en el secreto» y en el secreto recompensará no busca un reconocimiento humano por las obras de misericordia que realiza.

4. Invitándonos a considerar la limosna con una mirada más profunda, que trascienda la dimensión puramente material, la Escritura nos enseña que hay mayor felicidad en dar que en recibir (Hch 20,35). Cuando actuamos con amor expresamos la verdad de nuestro ser: en efecto, no hemos sido creados para nosotros mismos, sino para Dios y para los hermanos (cf. 2Cor 5,15). Cada vez que por amor de Dios compartimos nuestros bienes con el prójimo necesitado experimentamos que la plenitud de vida viene del amor y lo recuperamos todo como bendición en forma de paz, de satisfacción interior y de alegría. El Padre celestial recompensa nuestras limosnas con su alegría. Y hay más: San Pedro cita entre los frutos espirituales de la limosna el perdón de los pecados. «La caridad -escribe- cubre multitud de pecados» (1P 4,8). Como a menudo repite la liturgia cuaresmal, Dios nos ofrece, a los pecadores, la posibilidad de ser perdonados. El hecho de compartir con los pobres lo que poseemos nos dispone a recibir ese don. En este momento pienso en los que sienten el peso del mal que han hecho y, precisamente por eso, se sienten lejos de Dios, temerosos y casi incapaces de recurrir a él. La limosna, acercándonos a los demás, nos acerca a Dios y puede convertirse en un instrumento de auténtica conversión y reconciliación con él y con los hermanos.

5. La limosna educa a la generosidad del amor. San José Benito Cottolengo solía recomendar: «Nunca contéis las monedas que dais, porque yo digo siempre: si cuando damos limosna la mano izquierda no tiene que saber lo que hace la derecha, tampoco la derecha tiene que saberlo» (Detti e pensieri, Edilibri, n. 201). Al respecto es significativo el episodio evangélico de la viuda que, en su miseria, echa en el tesoro del templo «todo lo que tenía para vivir» (Mc 12,44). Su pequeña e insignificante moneda se convierte en un símbolo elocuente: esta viuda no da a Dios lo que le sobra, no da lo que posee sino lo que es. Toda su persona.

Este episodio conmovedor se encuentra dentro de la descripción de los días inmediatamente precedentes a la pasión y muerte de Jesús, el cual, como señala San Pablo, se ha hecho pobre a fin de enriquecernos con su pobreza (cf. 2Cor 8,9); se ha entregado a sí mismo por nosotros. La Cuaresma nos empuja a seguir su ejemplo, también a través de la práctica de la limosna. Siguiendo sus enseñanzas podemos aprender a hacer de nuestra vida un don total; imitándole conseguimos estar dispuestos a dar, no tanto algo de lo que poseemos, sino a darnos a nosotros mismos. ¿Acaso no se resume todo el Evangelio en el único mandamiento de la caridad? Por tanto, la práctica cuaresmal de la limosna se convierte en un medio para profundizar nuestra vocación cristiana. El cristiano, cuando gratuitamente se ofrece a sí mismo, da testimonio de que no es la riqueza material la que dicta las leyes de la existencia, sino el amor. Por tanto, lo que da valor a la limosna es el amor, que inspira formas distintas de don, según las posibilidades y las condiciones de cada uno.

6. Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma nos invita a «entrenarnos» espiritualmente, también mediante la práctica de la limosna, para crecer en la caridad y reconocer en los pobres a Cristo mismo. Los Hechos de los Apóstoles cuentan que el Apóstol San Pedro dijo al hombre tullido que le pidió una limosna en la entrada del templo: «No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te lo doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, echa a andar» (Hch 3,6). Con la limosna regalamos algo material, signo del don más grande que podemos ofrecer a los demás con el anuncio y el testimonio de Cristo, en cuyo nombre está la vida verdadera. Por tanto, que este tiempo esté caracterizado por un esfuerzo personal y comunitario de adhesión a Cristo para ser testigos de su amor. María, Madre y Sierva fiel del Señor, ayude a los creyentes a llevar adelante la «batalla espiritual» de la Cuaresma armados con la oración, el ayuno y la práctica de la limosna, para llegar a las celebraciones de las fiestas de Pascua renovados en el espíritu. Con este deseo, os imparto a todos una especial Bendición Apostólica.

Vaticano, 30 de octubre de 2007

BENEDICTUS PP. XVI

[Traducción distribuida por la Santa Sede © Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana]

lunes, 28 de enero de 2008

Santo Tomás de Aquino


Hoy, 28 de enero, la Iglesia celebra el día de un gran santo, Santo Tomás de Aquino.

A pesar de haber muerto el 7 de marzo de 1274, su día es celebrado los 28 de enero porque fue un 28 de enero cuando se trasladaron sus restos a la Catedral de Tolouse.

Tomás nació cerca de Nápoles en 1225.

Alto, grueso, frente despejada, porte distinguido, una gran amabilidad en el trato, y mucha delicadeza de sentimientos.

Realiza estudios por cinco años en la Universidad de Nápoles. Allí supera a todos sus compañeros en memoria e inteligencia. Conoce a los Padres Dominicos y se entusiasma por esa Comunidad. Quiere entrar de religioso pero su familia se opone. Huye hacia Alemania, pero por el camino lo sorprenden sus hermanos que viajan acompañados de un escuadrón de militares y lo ponen preso para que deponga su interés. No logran quitarle el hábito de dominico, pero lo encierran en una prisión del castillo de Rocaseca. Tomás aprovecha su encierro de dos años en la prisión para aprenderse de memoria muchísimas frases de la Biblia y para estudiar muy a fondo el mejor tratado de Teología que había en ese tiempo, y que después él explicará muy bien en la Universidad.

Liberado ya de la prisión lo enviaron a Colonia, Alemania, a estudiar con el más sabio Padre Dominico de ese tiempo: San Alberto Magno. Al principio los compañeros no imaginaban la inteligencia que tenía Tomás, y al verlo tan robusto y siempre tan silencioso en las discusiones le pusieron de apodo: "El buey mudo". Pero un día uno de sus compañeros leyó los apuntes de este joven estudiante y se los presentó al sabio profesor. San Alberto al leerlos les dijo a los demás estudiantes: "Ustedes lo llaman el buey mudo. Pero este buey llenará un día con sus mugidos el mundo entero". Y así sucedió en verdad después.

A los 27 años, en 1252, ya es profesor de la famosísima Universidad de París. Sus clases de teología y filosofía son las más concurridas de la Universidad. El rey San Luis lo estima tanto que lo consulta en todos los asuntos de importancia. Y en la Universidad es tan grande el prestigio que tiene y su ascendiente sobre los demás, que cuando se traba una enorme discusión acerca de la Eucaristía y no logran ponerse de acuerdo, al fin los bandos aceptan que sea Tomás de Aquino el que haga de árbitro y diga la última palabra, y lo que él dice es aceptado por todos sin excepción.

En 1259 el Sumo Pontífice lo llama a Italia y por siete años recorre el país predicando y enseñando, y es encargado de dirigir el colegio Pontificio de Roma para jóvenes que se preparan para puestos de importancia especial.

En 4 años escribe su obra más famosa: "La Suma Teológica", obra de 14 tomos, donde a base de Sagrada Escritura, de filosofía y teología y doctrina de los santos va explicando todas las enseñanzas católicas.

En Italia la gente se agolpaba para escucharle con gran respeto como a un enviado de Dios, y lloraban de emoción al oírle predicar acerca de la Pasión de Cristo, y se emocionaban de alegría cuando les hablaba de la Resurrección de Jesús y de la Vida Eterna que nos espera.

El Romano Pontífice le encargó que escribiera los himnos para la Fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo, y compuso entonces el Pangelingua y el Tantumergo y varios otros bellísimos cantos de la Eucaristía (dicen que el Santo Padre encargó a Santo Tomás y a San Buenaventura que cada uno escribiera unos himnos, pero que mientras oía leer los himnos tan bellos que había compuesto Santo Tomás, San Buenaventrua fue rompiendo los que él mismo había redactado, porque los otros le parecían más hermosos).

Pocos meses antes de morir tuvo una visión acerca de lo sobrenatural y celestial, y desde entonces dejó de escribir. Preguntado por el Hermano Reginaldo acerca de la causa por la cual ya no escribía más, exclamó: "Es que, comparando con lo que vi en aquella visión, lo que he escrito es muy poca cosa".

Santo Tomás logró que la filosofía de Aristóteles llegara a ser parte de las enseñanzas de los católicos. Este santo ha sido el más famoso profesor de filosofía que ha tenido la Iglesia.

Tan importantes son sus escritos que en el Concilio de Trento, los tres libros de consulta que había sobre la mesa principal eran: la Sagrada Biblia, los Decretos de los Papas, y la Suma Teológica de Santo Tomás.

Decía nuestro santo que él había aprendido más, arrodillándose delante del crucifijo, que en la lectura de los libros. Su secretario Reginaldo afirmaba que la admirable ciencia de Santo Tomás provenía más de sus oraciones que de su ingenio. Este hombre de Dios rezaba mucho y con gran fervor para que Dios le iluminara y le hiciera conocer las verdades que debía explicar al pueblo.

El Sumo Pontífice lo envió al Concilio de Lyon, pero por el camino se sintió mal y fue recibido en el monasterio de los monjes cistercienses de Fosanova. Cuando le llevaron por última vez la Sagrada Comunión exclamó: "Ahora te recibo a Ti mi Jesús, que pagaste con tu sangre el precio de la redención de mi alma. Todas las enseñanzas que escribí manifiestan mi fe en Jesucristo y mi amor por la Santa Iglesia Católica, de quien me profeso hijo obediente".

Murió el 7 de marzo de 1274 a la edad de 49 años.

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viernes, 25 de enero de 2008

Un tesoro: Infancia Misionera


Me han enseñado un tesoro que debo compartir. Se trata de Infancia Misionera.
Sería perder el tiempo hacer aquí una explicación de lo que se trata Infancia Misionera, solo entra en la página y te encontrarás con un mundo de cosas sensacionales, tienen herramientas para catequesis de todo tipo, explicación de oraciones, historias, un mar de cosas buenísimas dirigidas por el P. Celerino Anciano, o.p y con el diseño gráfico de Andreína Carradini, o.p.

jueves, 24 de enero de 2008

Licencia para rezar


La Generalitat de Cataluña aprobará en febrero de este año la Ley sobre Centros de Culto.

La autoridad catalana tiene previsto aprobar en febrero una polémica Ley sobre Centros de Culto por la que se pretende regular las reuniones con fines religiosos. Según el Gobierno de la Generalitat, el proyecto nace por la necesidad de atajar la proliferación de mezquitas improvisadas y templos de otras religiones minoritarias, pero su aplicación, según ha denunciado la diputada del Parlamento catalán Glòria Renom, «afecta de lleno a la Iglesia católica», puesto que «no se podrá celebrar misa ni reunirse para hablar de religión sin una licencia municipal, ni en la ermita más pequeña ni en la mayor catedral».

El proyecto de Ley, impulsado por el vicepresidente del Gobierno autonómico Josep Lluis Carod Rovira, ha despertado la inquietud también entre los obispos españoles. El pasado noviembre, monseñor Joan-Enric Vives, manifestó la preocupación de los obispos catalanes «por este proyecto, porque se trata del ejercicio de un derecho fundamental como es el derecho a la libertad religiosa». Los obispos han señalado además que «se pretende regular con una misma ley realidades muy diversas, como son las iglesias, las sinagogas y las mezquitas». En Cataluña, efectivamente, se encuentran 13 religiones diferentes con 3.500 centros de culto, 2.500 de los cuales pertenecen a la Iglesia católica.

Las licencias del alcalde

El proyecto de Ley contempla que sean los municipios los que otorguen las licencias para lugares de culto. Tan sólo quedarían exentos los centros de culto de hospitales, tanatorios, prisiones y los que pertenecen al patrimonio artístico o arquitectónico.

El grupo ha deplorado que este proyecto de Ley, «aplicado a las parroquias tal y como está redactado, tiene como resultado que cualquier alcalde podría cerrar en su ciudad una parroquia, iglesia o centro de catequesis». La asociación E-Cristians también ha dado la voz de alarma y ha asegurado que «es de dudosa constitucionalidad querer regular los centros de reunión y formación de carácter religioso, cuando otras actividades de carácter asociativo y formativo no lo tienen».

El Partido Popular también ha mostrado su rechazo al proyecto de Ley. La portavoz del partido en el Parlamento de Cataluña, Carina Mejías, anunció el pasado 13 de enero que su partido presentará una enmienda a la totalidad de la iniciativa presentada. A juicio de Mejías, la Ley es «innecesaria» y «atenta contra el principio constitucional de autonomía local».


Tomado de La Razón.

miércoles, 23 de enero de 2008

Para Meditar


"El fruto del silencio es la oración,

el fruto de la oración es la fe,

el fruto de la fe es el amor,

el fruto del amor es el servicio,

el fruto del servicio es la paz."


Este breve párrafo me ha hecho pensar sobre algunos temas que escribo abajo. Pero en realidad no importa lo que digamos aquí, lo que importa es lo que te dice a ti el párrafo de arriba.

1.- El mundo ruidoso. Vivimos en un mundo que nos distrae. Eso no es ni bueno ni malo en si, simplemente los avances tecnológicos del hombre nos han colocado en un ambiente donde el silencio es una verdadera rareza. Pensemos un por instante cuántas veces nos subimos al carro y dejamos de encender la radio... Un mundo muy distinto debieron vivir San Agustín, Santo Tomás y otros grandes de la fe, cuyo silencio circundante les hacía pensar y meditar. Busquemos pues momentos de silencio y hagamos de él un instrumento que nos lleve a la oración. El hombre, como ser naturalmente religioso, debe tener espacios para encontrarse con Dios.

Estamos tan acostumbrados al ruido que es posible que el silencio nos perturbe, nos incomode. Pero debemos aprovecharlo para que sea fruto de oración. Dios siempre nos habla, el tema está en escucharle y para escucharle tenemos que hacer silencio. ¡Qué placer es estar en una capilla un rato solos, en silencio, poniendo en manos de Dios nuestras necesidades, nuestras debilidades, nuestras esperanzas! Pero como dice un amigo mío, “si quieres hacer reír a Dios un rato, cuéntale de tus planes, pero si quieres hacer feliz a Dios un rato, deja que Él te cuente los planes que tiene para ti”.

2.- ¡¿La oración y luego la Fe?! El fruto de la oración es la fe, dice la Madre Teresa. Muchos no rezan porque dicen tener dudas, porque dicen no tener una fe robusta. Resulta que la cosa es al contrario... La fe, al igual que la razón por cierto, es un don de Dios. Sin la ayuda de Dios no podremos tener fe. Por eso antes de tener fe, debemos aprovechar el silencio y convertir ese silencio en oración para pedir a Dios que aumente nuestra fe. Con solo pedirlo, ya estamos reforzando nuestra fe. ¿Será que el mundo actual vive como si Dios no existiera porque no tenemos espacios de silencio?

3.- Fe y Amor. La verdadera fe, debe ponernos en acción. Una fe que no se traduzca en amor operante, es una fe que debe ser revisada. Decía el P. Marcial Maciel, L.C. "el cristianismo sin la caridad es una farsa". La fe desemboca en el amor porque el objeto de la fe, es decir, Dios, es precisamente Amor. La fe debe comprometer a actuar y eso es lo que nos asusta y hace que salgamos corriendo. El compromiso aceptado con un amor libre es lo que nos libera y hace fuertes.

4.- Amor para servir. Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Para servir se requiere de caridad y humildad. Si servimos sin amor, como dice San Pablo "de nada sirve". Eso me recuerda la anécdota de aquel sacerdote que pasó gran parte de su vida poniendo sus esfuerzos en proyectos apostólicos de envergadura, todos en su parroquia o comunidad lo querían y admiraban grandemente, hacía el bien a todos y era un gran líder. Un día se enfermó gravemente y murió. Al morir escuchó una voz que le decía: ¿Quién eres? y el contestaba: "Señor, soy yo, fulano, tu sacerdote". Y escuchaba la voz que le contestaba, "yo no te conozco, tu has sido sacerdote de ti mismo". En eso comprendió que el Amor no era lo que guiaba su vida y sus proyectos y entonces escuchó una voz femenina, la Virgen, que decía: "dale una segunda oportunidad" y en eso revivieron al sacerdote en el hospital.

¿Cuántas veces ponemos a Dios como fin último y sentido principal de nuestro servicio?

5.- Servicio y Paz. En estas épocas de tanto egoísmo, esto es desconcertante. El fruto del servicio es la paz. Los grandes líderes mundiales hacen cumbres y planes para alcanzar la paz en el mundo, para desarmes nucleares, para vivir en un mundo más “seguro”. Paradójicamente nadie enfoca esos planes en la paz del hombre como individuo, como ser humano, como unidad, nadie se ocupa de la paz en la familia, en las relaciones entre amigos ¿Por qué? Porque esa paz, que al final se traduciría en la paz del mundo, se consigue con sacrificios, con humildad, con perdón, con generosidad, con servicio. Palabras extrañas hoy en día.

martes, 22 de enero de 2008

La Historia de Una Conversión


Vittorio Messori, un periodista y escritor italiano a quien admiro mucho, es conocido internacionalmente por haber entrevistado a Juan Pablo II en Cruzando el Umbral de la Esperanza, y al Cardenal Ratzinger en Informe sobre la fe. Pero, en contra de lo que pudiera pensarse, no ha sido precisamente un "católico de toda la vida".


Las historias sobre conversiones a veces resultan fascinantes, aquí les coloco una, la de Vittorio Messori. Dios tiene sus caminos, Vittorio Messori es hoy en día un gran divulgador y defensor de la fe católica a nivel internacional.

Educado en la aversión a la Iglesia

"Nací en plena Guerra Mundial en la región quizá más anticlerical de Europa: en la Emilia, zona del antiguo Estado pontificio, la del don Camilo y Peppone (el cura de pueblo y el alcalde comunista) de Guareschi. Mis padres no estaban precisamente de parte de don Camilo y, aunque vivían de verdad unos valores -apertura, acogida, generosidad, etc-, desde pequeño me inculcaron la aversión, no al Evangelio o al cristianismo, sino al clero, a la Iglesia institucional. Me bautizaron como si fuera una especie de rito supersticioso, sociológico, pero después no tuve ningún contacto con la Iglesia.

En la escuela recibió doctrina marxista

Acabada la Guerra, mis padres se trasladaron a Turín, la mayor ciudad industrial italiana, cuna del marxismo italiano -de Gramsci, Togliatti y otros dirigentes comunistas-, en la que los católicos hace tiempo que son minoría. Asistí allí a un colegio público, donde no se hablaba de religión más que para inculcarnos el desprecio teórico hacia ella. Obligada por el Concordato había, sí, una clase semanal de enseñanza religiosa, pero casi ninguno la tomaba en serio y yo, en concreto, eludía la asistencia con las más variadas excusas. O sea, que si por mi familia estaba imbuido de anticlericalismo pasional, la escuela llovió sobre mojado al enseñarme la cultura del iluminismo, del liberal-marxismo".

Apasionado y comprometido políticamente con la izquierda

Acabado el bachillerato, eligió como carrera universitaria la de Ciencias Políticas. Pertenecía a la famosa generación del 68 y convirtió la política en su pasión. "Decía el teólogo protestante Karl Barth que «cuando el cielo se vacía de Dios, la tierra se llena de ídolos». Para mí el cielo estaba vacío, y uno de los ídolos que llenaba la tierra era precisamente la política. Era para mí una auténtica pasión. Estaba muy comprometido con los partidos de izquierda".

Desprecia para el Evangelio por sistema: sin haberlo leído

Se da cuenta con el tiempo de que la política no podía proporcionarle las respuestas sobre el sentido de la vida. "Sin embargo, aun consciente de esas carencias de la política, a la vez estaba convencido de que no podría encontrar respuestas fuera de ella, precisamente porque formaba parte de los que rechazaban el cristianismo sin tomarse la molestia de conocerlo. Pensaba que cualquier dimensión religiosa pertenecía a un mundo pasado, al que un joven moderno como yo no podía tomar en serio. (...) El Evangelio era para mí un objeto desconocido: nunca lo había abierto, pese a tenerlo en mi biblioteca, porque pensaba sin más que formaba parte del folklore oriental, del mito, de la leyenda.

Un paulatino proceso de dos meses, pero definitivo para su conversión

Pero un día sucedió... Llegamos a un punto en que me es difícil hablar... por pudor. André Frossard, colega y amigo mío, entró un día en una iglesia católica en Francia y de la misma salió convertido. Mi proceso no es tan clamoroso. Pero un tipo semejante de experiencia mística, no tan inmediata sino diluida en el arco de dos meses, también la he vivido yo. Mi hallazgo de la fe fue muy protestante. Fue un encuentro directo con la misteriosa figura de Jesús, a través de las palabras griegas del Nuevo Testamento. No vi luces, ni oí cantos de ángeles. Pero la lectura de aquel texto, hecha probablemente en un momento psicológico particular, fue algo que todavía hoy me tiene aturdido. Cambió mi vida, obligándome a darme cuenta de que allí había un misterio, al que valía la pena dedicar la vida.

La presión familiar

La situación que se creó fue todo un drama para mí. De inmediato me vino un gran consuelo, una gran alegría, pero a la vez un miedo terrible, por varios motivos. Por una parte, me di cuenta de que mi vida debía cambiar, sobre todo en la orientación intelectual. (...) Me hacía sufrir especialmente el que, si mi familia se enteraba de lo que me sucedía, me echasen de casa. De hecho, cuando mi madre supo que asistía a Misa a escondidas, telefoneó al médico y le dijo: «Venga, doctor. Mi hijo padece una fuerte depresión nerviosa». «¿Qué síntomas tiene?», preguntó el médico. Y mi madre le contestó: «Un síntoma gravísimo: he descubierto que va a Misa». Esto da idea del clima que se vivía en mi familia y de lo mucho que podía afectarme.

Su razón, sin embargo, le decía: "No, te equivocas"

Otro ingrediente del drama era una especie de choque entre dos posturas que yo entendía como contrapuestas. Por un lado, algo me hacía ver que en el Evangelio estaba aquella verdad que había buscado. Se trataba de una experiencia del Evangelio como "encuentro", no sólo como palabra, valor, moral o ética. Para mí, el Evangelio no es un libro, sino una Persona. Era la experiencia de un encuentro fulgurante, consolador y, a la vez, inquietante. Inquietante también porque entonces yo me sentí como aquejado por una especie de "esquizofrenia". Se trataba de la disociación entre la intuición que me había hecho entender que allí, en el Evangelio, estaba la verdad, y mi razón, que me decía: No, es imposible, te equivocas.

Para no caer en esquizofrenia

Desde entonces, todo lo que he hecho y los muchos miles de páginas que he escrito, en el fondo no obedecen más que al intento de vencer esa esquizofrenia, procurando dar respuesta a esta pregunta: ¿Se puede creer, se puede tomar en serio la fe, puede un hombre de hoy apostar por el Evangelio? Todo ha girado en torno a la fe, a la posibilidad misma de creer.

Sin renunciar a la razón

Ha sido una aventura solitaria -siempre he sido un individualista-, en la que me guió Pascal: un hombre de hace 300 años, también laico convertido, que razonaba como yo, que no quería renunciar a la razón y que, antes de rendirse a la fe, deseaba agotar todas las posibilidades. Él me ayudó a descubrir esa nueva Atlántida personal. He hablado de aventura solitaria y de mi individualismo, pero también digo siempre que no soy un "católico del disenso". Al contrario, soy un "católico del consenso". Y es que, en la lógica de la Encarnación, no sólo juzgo legítimo al Vaticano, a la Iglesia institucional, sino que la considero necesaria, indispensable.

Sin los hombres no es posible aceptar a Dios

¿Cuándo decidí aceptar la Iglesia? Cuando, al reflexionar sobre el Evangelio para intentar conocer mejor el mensaje de Jesús, me di cuenta de que el Dios de Jesús es un Dios que quiso necesitar a los hombres, que no quiso hacerlo todo solo, sino que quiso confiar su mensaje y los signos de su gracia -los sacramentos- a una comunidad humana. Es decir, si uno reflexiona bien, acepta la Iglesia no porque la ame, sino porque forma parte del proyecto de Dios. Me ha costado muchos años, pero ahora estoy convencido de que sin la mediación de un grupo humano, en el fondo no tomaríamos en serio la mediación de Jesús.

Cuando muchos clericales huían de ella

Mi aventura también ha sido solitaria porque era uno de los pocos que andaba contracorriente. Entraba en la Iglesia cuando tantos clericales salían de ella gritando: ¡Qué maravilla, finalmente la tierra prometida! ¡Hemos descubierto la cultura laicista! Yo, asombrado, intentaba pararlos: ¿Qué hacéis? ¡La verdadera cultura está aquí dentro, en la Iglesia!

Fascinado por el Evangelio, por Jesucristo y por la Iglesia

Por eso, algunos me han acusado de ser un reaccionario, un nostálgico. Es absurdo. Yo no he conocido la Iglesia preconciliar, no he escuchado jamás una Misa en latín, porque antes del Concilio nunca había asistido a Misa, y cuando comencé a ir, era ya en italiano. De ahí que no pueda ser un nostálgico. ¿De qué? No he tenido ni una infancia ni una juventud católica. Lo que sí he conocido de cerca es la cultura laicista. Y luego, un encuentro misterioso y fulgurante con el Evangelio, con una Persona, con Jesucristo; y, después, con la Iglesia".

Las citas son de una entrevista de José R. Pérez Arangüena.

lunes, 21 de enero de 2008

Nuevo "Papa Negro"


Elegido este sábado por la congregación general

El padre Adolfo Nicolás, de 71 años, ha sido elegido prepósito general de la Compañía de Jesús el sábado.

El P. Nicolás sustituye al sacerdote holandés Peter-Hans Kolvenbach, de casi 80 años, quien presentó su renuncia al cargo tras estar 24 años al frente de los jesuitas.

Los 217 electores, reunidos desde el pasado 7 de enero en su 35 Congregación General, eligieron en el segundo escrutinio (se necesitaban al menos 109 votos) al padre Nicolás, nacido el 29 de abril de 1936, en Villamuriel (Palencia, España).

Ha ejercido buena parte de su ministerio sacerdotal en Japón.

En este cargo, que es de por vida, el sacerdote será superior de los 19.564 jesuitas extendidos en 127 países.

El nuevo prepósito general entró en la Compañía el 15 de septiembre de 1953 en el noviciado de Aranjuez. Su formación la ha desarrollado en Aranjuez, Japón y Roma.

En 1964 llegó a Tokyo (Japón) para estudiar Teología. Allí fue ordenado sacerdote el 17 de marzo de 1967 y pronunció los últimos votos el 5 de octubre de 1976, también en Tokyo.

Entre 1971 y 2002 fue profesor de Teología en la Universidad Sofía de Tokio. Ha sido Provincial de Japón desde 1993 a 1999. Participó en la Congregación General número 34 de la de la Compañía de Jesús (1995).

Entre 2004-2007 ha sido moderador de la Conferencia de Provinciales de Asia Oriental y Oceanía

Habla español, japonés, inglés, francés e italiano.

viernes, 18 de enero de 2008

Carta de Benedicto XVI al P. Peter-Hans Kolvenbach, s.j.

Les copio la carta que envió Benedicto XVI al P. Peter Kolvenbach, s.j. actual prepósito general de la Compañía de Jesús en ocación a la celebración de la 35 Asamblea General de la Orden donde se elegirá al nuevo Prepósito General y se discutirán profundos e importantes temas que atañen a la Compañía de Jesús y a la Iglesia. Los invito a acompañar con sus oraciones a los jesuitas que forman parte de esta Asamblea.

* * *

En ocasión de la 35ª Congregación General de la Compañía de Jesús, es mi vivo deseo hacer llegar a Usted y a cuantos toman parte en la Asamblea el más cordial saludo, unido a la seguridad de mi afecto y de mi constante cercanía espiritual. Sé lo importante que es para la vida de la Compañía el acontecimiento que se está celebrando, sé también que, por ello, ha sido preparado con gran cuidado. Se trata de una ocasión providencial para imprimir a la Compañía de Jesús aquel renovado impulso ascético y apostólico que es deseado por todos, para que los Jesuitas puedan llevar a cabo plenamente su misión y afrontar los desafíos del mundo moderno con aquella fidelidad a Cristo y a la Iglesia que distinguió la acción profética de San Ignacio de Loyola y de sus primeros compañeros.

El Apóstol escribe a los fieles de Tesalónica que les ha anunciado el evangelio de Dios, «animándoos y conjurándoos - precisa él - a comportaros de manera digna de aquel Dios que os llama a su reino y a su gloria» (1 Ts 2,12), y añade: «Precisamente por esto también nosotros damos gracias a Dios continuamente porque, habiendo recibido de nosotros la palabra divina de la predicación, la habéis acogido no como palabra de hombres, sino cual es en verdad, como palabra de Dios, que actúa en vosotros que creéis» (1 Ts 2,13). La palabra de Dios, por tanto, primeramente es «recibida», es decir escuchada, después, penetrando hasta el corazón, es «acogida» y quien la recibe reconoce que Dios habla por medio de su enviado: de este modo la palabra actúa en los creyentes. Como entonces, también hoy la evangelización exige total y fiel adhesión a la palabra de Dios: adhesión, ante todo, a Cristo, y escucha atenta de su Espíritu que guía a la Iglesia, dócil obediencia a los Pastores que Dios ha puesto para guiar a su pueblo y prudente y franco diálogo con las instancias sociales, culturales y religiosas de nuestro tiempo. Todo esto presupone, como es sabido, una íntima comunión con Aquél que nos llama a ser sus amigos y discípulos, una unidad de vida y de acción que se alimenta de su palabra, de contemplación y oración, de separación de la mentalidad del mundo y de incesante conversión a su amor para que sea Él, Cristo, quien viva y actúe en cada uno de nosotros. Está aquí el secreto del auténtico éxito del empeño apostólico y misionero de todo cristiano, y aún más de cuantos son llamados a un servicio más directo del Evangelio.

Tal convicción está ciertamente bien presente en cuantos toman parte en la Congregación General, y siento la urgencia de reconocer el gran trabajo ya realizado por la comisión preparatoria que a lo largo del año 2007 ha examinado los postulados llegados de las Provincias y ha indicado los temas a afrontar. Querría expresar mi agradecimiento en primer lugar a Usted, querido y venerado Padre Prepósito General, que desde 1983 está guiando de modo iluminado, sabio y prudente la Compañía de Jesús, tratando por todos los modos de mantenerla en el cauce del carisma ignaciano. Usted, por razones objetivas, ha pedido varias veces ser exonerado de su cargo, asumido con gran sentido de responsabilidad en un momento no fácil de la historia de la Orden. Le expreso el más vivo agradecimiento por el servicio prestado a la Compañía y, más en general, a la Iglesia. Mi sentimiento de gratitud se extiende a sus más directos colaboradores, a los participantes en la Congregación General y a todos los Jesuitas esparcidos por todas las partes del Planeta. A todos y a cada uno llegue el saludo del Sucesor de Pedro, que sigue con afecto y estima el múltiple y apreciado trabajo apostólico de los Jesuitas, y alienta a todos en el camino abierto por el santo Fundador y recorrido por grupos innumerables de hermanos dedicados a la causa de Cristo, muchos de los cuales han sido inscritos por la Iglesia en el catálogo de los beatos y de los santos. Que ellos protejan y sostengan a la Compañía de Jesús en la misión que desarrolla en esta nuestra época, marcada por numerosos y complejos desafíos culturales y religiosos, difíciles.

Y precisamente a este propósito, ¿cómo no reconocer la valiosa contribución que la Compañía ofrece a la acción de la Iglesia en varios campos y de muchas maneras? ¡Contribución verdaderamente grande y benemérita, que sólo el Señor podrá recompensar debidamente! Como mis venerados Predecesores, los Siervos de Dios Pablo VI y Juan Pablo II, también yo aprovecho la oportunidad de la Congregación General para poner de relieve tal aportación y, al mismo tiempo, para ofrecer a vuestra reflexión algunas consideraciones, que os sirvan de aliento y estímulo para realizar cada vez mejor el ideal de la Compañía, en plena fidelidad al Magisterio de la Iglesia, tal como se describe en la siguiente expresión que os es bien familiar: «Militar para Dios bajo la bandera de la cruz y servir sólo al Señor y a la Iglesia su esposa, bajo el Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra» (Litt. Ap. Exposcit debitum, 21 julio 1550). Se trata de una «peculiar» fidelidad, sancionada también, para no pocos de vosotros, por un voto de obediencia inmediata al Sucesor de Pedro «perinde ac cadaver». De esta vuestra fidelidad, que constituye la señal distintiva de la Orden, la Iglesia tiene aún mayor necesidad hoy, en una época en que se advierte la urgencia de transmitir, de manera integral, a nuestros contemporáneos, distraídos por tantas voces discordantes, el único e inmutado mensaje de salvación que es el Evangelio, «no como palabra de hombres, sino cual es en verdad, como palabra de Dios», che opera en los que creen.

Para que esto suceda es indispensable, como ya recordaba el amado Juan Pablo II a los participantes en la 34ª Congregación General, que la vida de los miembros de la Compañía de Jesús, como también su investigación doctrinal, estén siempre animadas de un verdadero espíritu de fe y comunión en «dócil sintonía con las indicaciones del Magisterio» (Insegnamenti, vol. I, pp. 25-32). Deseo vivamente que la presente Congregación General reafirme con claridad el auténtico carisma del Fundador, para alentar a todos los Jesuitas a promover la verdadera y sana doctrina católica. Como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, he podido apreciar la valiosa colaboración de Consultores y expertos Jesuitas, que, en plena fidelidad a su carisma, han contribuido de manera considerable a la fiel promoción y recepción del Magisterio. No es éste ciertamente un empeño fácil, especialmente cuando se está llamado a anunciar el Evangelio en contextos sociales y culturales muy diversos y hay que confrontarse con mentalidades diferentes. Aprecio, por tanto, sinceramente tal esfuerzo realizado al servicio de Cristo, esfuerzo que es fructuoso para el verdadero bien de las almas en la medida en que uno se deja guiar por el Espíritu Santo, y permanece dócil a las enseñanzas del Magisterio, refiriéndose a los principios clave de la vocación eclesial del teólogo expuestos en la Instrucción Donum veritatis.

La obra evangelizadora de la Iglesia cuenta, por tanto, mucho con la responsabilidad formativa que la Compañía tiene en el campo de la teología, de la espiritualidad y de la misión. Y, precisamente, para ofrecer a toda la Compañía de Jesús una clara orientación que la sostenga en una dedicación apostólica fiel y generosa, podría resultar muy útil que la Congregación General reafirme, en el espíritu de San Ignacio, la propia adhesión total a la doctrina católica, en particular sobre puntos neurálgicos hoy fuertemente atacados por la cultura secular, como, por ejemplo, la relación entre Cristo y las religiones, algunos aspectos de la teología de la liberación y varios puntos de la moral sexual, sobre todo en lo que se refiere a la indisolubilidad del matrimonio y a la pastoral de las personas homosexuales.

Reverendo y querido Padre, estoy persuadido que la Compañía advierte la importancia histórica de esta Congregación General y, guiada por el Espíritu Santo, quiere una vez más, como decía el amado Juan Pablo II en enero de 1995, reafirmar, «sin equívocos y sin dudas, su específico camino hacia Dios, como lo trazó San Ignacio en la Formula Instituti: la fidelidad amorosa a vuestro carisma será fuente segura de renovada fecundidad» (Insegnamenti, vol. XVIII/1, 1995, p. 26). Resultan además muy actuales las palabras que mi venerado Predecesor Pablo VI os dirigió en otra ocasión análoga: «Todos debemos velar para que la adaptación necesaria no se realice con detrimento de la identidad fundamental, de la esencialidad de la figura del jesuita, como se describe en la Formula Instituti, como la historia y la espiritualidad de la Orden la proponen y como la interpretación auténtica de las necesidades mismas de los tiempos parece reclamar hoy. Aquella imagen no deber ser alterada, no debe ser desfigurada» (Insegnamenti, vol. XII, 1974, pp. 1181-1182).

La continuidad de las enseñanzas de los Sucesores de Pedro es prueba de la gran atención y cuidado que ellos mostraron respecto de los Jesuitas, su estima por vosotros y el deseo de poder contar siempre con la aportación preciosa de la Compañía para la vida de la Iglesia y para la evangelización del mundo. Confío la Congregación General a la intercesión del santo Fundador y de los santos de la Orden, a la materna protección de María, para que todo hijo espiritual de San Ignacio pueda tener ante los ojos «primero a Dios, y luego el modo de ser de este su instituto» (Formula Instituti, I). Con tales sentimientos aseguro un constante recuerdo en la oración e imparto de corazón a Usted, Reverendo Padre, a los Padres de la Congregación General y a la entera Compañía de Jesús una especial Bendición Apostólica.

Del Vaticano, 10 Enero 2008

Benedictus XVI

[Traducción del original italiano distribuida por la Curia General de la Compañía de Jesús

© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]

María García de Fleury


Si estás interesado en leer material sobre temas variados, historia de católicos ejemplares, apariciones marianas, reflexiones sobre el sufrimiento y la fe, etcétera, te invito a descargar aquí algunos de los trabajos de la profesora María García de Fleury en relación a estos interesantes temas. Vendrán nuevos documentos...

Perdón y Sufrimiento

Ante la Muerte

José Gregorio Hernández

Mons. Blanco Najera

Madre Soledad de la Cruz

jueves, 17 de enero de 2008

El Materialismo

Les coloco el link de un video muy corto tomado de una conferencia del P. Angel Espinosa sobre el materialismo.

Que lo disfruten...

http://www.youtube.com/watch?v=kETkOwDUw8A

48 nuevos sacerdotes


El pasado 22 de diciembre, como ya es costumbre anual en la congregación de los legionarios de Cristo, fueron ordenados 48 nuevos sacerdotes. Es el regalo de cumpleaños que le hace la Legión de Cristo al Niño Jesús, y vaya regalo en estos tiempos...

Entre el grupo de ordenados están los primeros legionarios de Singapur y El Salvador. También se ordenaron sacerdotes de México, Estados Unidos, España, Brasil, Chile, Francia y Alemania.

Se ha preparado un trabajo muy bueno que reune los testimonios vocacionales de estos 48 legionarios. Si quieres dar un vistazo a sus historias, puedes ver esos testimonios entrando en www.regnumchristi.org

Hipótesis Sobre María

A principios del año pasado, el periodista Vittorio Messori, en mi concepto un grande entre los grandes, publicó su última obra: "Hipótesis Sobre María" en clara similitud y continuación con el que fue su primer libro "Hipótesis Sobre Jesús".

A mediados del 2007 salió la edición en español. Lamentablemente en nuestro país los libros y en general la cultura no son artículos de primera necesidad, así que hay que hacerse de algún ejemplar en el exterior.

Aquí les coloco la entrevista que le hizo la útil y buena gente de Zenit a Vittorio Messori cuando se lanzó la versión en español de su último libro.

María, la mujer más influyente de la historia, según Vittorio Messori


Publica el libro en español «Hipótesis sobre María»


ROMA, viernes, 22 junio 2007 (ZENIT.org).- Acaba de publicarse en español el libro «Hipótesis sobre María» LibrosLibres, en el que el escritor Vittorio Messori hace un riguroso estudio de la que considera la mujer más influyente de la historia.

Messori es uno de los autores católicos que más libros ha vendido en vida. Su libro más conocido fue «Hipótesis sobre Jesús» (1976), escrito tras haber experimentado un camino de conversión.

Messori ha entrevistado a dos Papas. Primero al que era prefecto de la Congregación vaticana para la Doctrina de la Fe, el cardenal Joseph Ratzinger, en el libro «Informe sobre la fe» (1984).

En «Hipótesis sobre María», Messori aclara quién es para los cristianos la Madre de Dios, qué credibilidad merecen sus apariciones en Lourdes, Fátima, etc. y qué significado tiene María para el cristianismo.

«Cuando en 1976 publiqué mi primer libro, “Hipótesis sobre Jesús”, muchos lectores me pidieron que me pusiera al trabajo con las “Hipótesis sobre María”», confiesa Messori en declaraciones a Zenit.

«El asunto, entonces, me parecía extraño, inaceptable. El hecho es que a Jesús se le encuentra en las calles, la Madre está en casa, en la discreción: se la conoce y se la ama cuando se alcanza bastante intimidad con el Hijo para entrar donde Él habita», afirmó.

«María, para la sabiduría del mundo, no es nada --sigue aclarando--. Para la perspectiva de la fe es un abismo de misterio: es persona humana como nosotros y a la vez es instrumento indispensable para el mayor acontecimiento y con diferencia: la encarnación de Dios mismo».

El autor busca con estas 470 páginas «mostrar que es posible ser devotos marianos convencidos sin caer en una cierta retórica, en un cierto “devocionismo”».

La devoción a la Virgen no es algo «de creyentes sentimentales o ignorantes, sino una exigencia irrenunciable para todo creyente».

«Todo lo que la Iglesia ha dicho y dice sobre la Madre está, en realidad, al servicio de Cristo, en defensa de su humanidad y a la vez divinidad», considera el periodista.

«La “mariología” es, en realidad, “cristología”; sus dogmas no son sino confirmación y baluarte de los de su Hijo. Allí donde María ha sido olvidada, antes o después se ha desvanecido también Cristo», insiste.

«En estas “Hipótesis sobre María” me ocupo mucho de apariciones, aún limitándome a las reconocidas por la Iglesia. En las apariciones la Virgen continúa su vocación de madre que corre junto a los hijos en los momentos difíciles», reconoce.

«Las apariciones son una llamada, una sacudida, una confirmación, un afianzamiento. Acudo cuando puedo como peregrino, además de como estudioso, a los santuarios marianos europeos: allí encuentro a las multitudes que ya no acuden a sus parroquias, pero que son atraídas por aquellos lugares donde la presencia materna se ha manifestado».

«En Occidente el incremento de las peregrinaciones ha sido el único índice de signo positivo en una Iglesia donde todo disminuía, desde la participación en los sacramentos hasta las vocaciones», indica.

«La devoción mariana es actualmente tal vez el mayor recurso pastoral: y no sé qué pensar de ciertos “clérigos intelectuales” que rechazan o hasta desprecian esta extraordinaria posibilidad».

«HIPÓTESIS SOBRE MARÍA». VITTORIO MESSORI. LibrosLibres. Madrid. 2007. 470 páginas. PVP: 22 euros. www.libroslibres.info

¿Por qué este blog?

Veo que mucha gente tiene blogs, de diferentes estilos y de diferentes contenidos. Pues me he decidido a tener mi propio blog. El estilo, similar a todos los demás y a la vez muy personal. El contenido, diferente.
Quiero tener un blog sobre la fe, la esperanza y la caridad, un blog sobre la religión cristinana, un blog católico. Aquí trataré de colocar periódicamente información de interés, artículos, noticias y algunas reflexiones personales.